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A veces el deseo de belleza
es mucho más fuerte que el miedo a saltar

saul landell

Imagen: Saúl Landell

Cuando le pregunté por qué su casa estaba siempre llena de esas maravillosas hortensias blancas, me contó la siguiente historia:

«Mi desmesurada afición por los abismos viene de muy antiguo. Tenía entonces apenas dos pequeños brotes en la espalda, casi imperceptibles. Caminaba al filo, mirando de reojo aquel infinito de oscuridad desconocida a mis pies cuando, de pronto, resbalé hacia el lado donde ya no había suelo.

Transitar aquél abismo fue durísimo , los brotes de mi espalda aun no me servían para volar y mis ojos todavía no sabían de la oscuridad,  pero… en él fue donde encontré mi primera hortensia blanca. Y aunque en esa época no conocía los riesgos que entrañaba el salto al vacío… hasta que encontré aquella flor tampoco sabía hasta qué punto puede existir la belleza.

Hoy mi casa está llena de hortensias, una por cada abismo que he transitado.

Es verdad que cada vez mis alas son más diestras, pero también es cierto que nunca sé cuál va a ser la profundidad del nuevo abismo, ni en qué momento me invadirá la completa oscuridad  y, al dar el salto, nunca conozco el lugar donde crece la hortensia. Aún así, el deseo de encontrarla es mucho más fuerte que el vértigo y el miedo que me produce ese infinito desconocido. Y gracias a ese deseo, el de encontrar la belleza escondida en cada abismo… sigo aprendiendo a volar«.

Miré alrededor, dejándome embriagar por el aroma que invadía su casa. Me pregunté cuántos abismos habría transitado. Entonces me di cuenta de que en todas las habitaciones, en cada rincón, había todavía un sinfín de jarrones… aún vacíos.