A veces el deseo de belleza
es mucho más fuerte que el miedo a saltar
Imagen: Saúl Landell
Cuando le pregunté por qué su casa estaba siempre llena de esas maravillosas hortensias blancas, me contó la siguiente historia:
«Mi desmesurada afición por los abismos viene de muy antiguo. Tenía entonces apenas dos pequeños brotes en la espalda, casi imperceptibles. Caminaba al filo, mirando de reojo aquel infinito de oscuridad desconocida a mis pies cuando, de pronto, resbalé hacia el lado donde ya no había suelo.
Transitar aquél abismo fue durísimo , los brotes de mi espalda aun no me servían para volar y mis ojos todavía no sabían de la oscuridad, pero… en él fue donde encontré mi primera hortensia blanca. Y aunque en esa época no conocía los riesgos que entrañaba el salto al vacío… hasta que encontré aquella flor tampoco sabía hasta qué punto puede existir la belleza.
Hoy mi casa está llena de hortensias, una por cada abismo que he transitado.
Es verdad que cada vez mis alas son más diestras, pero también es cierto que nunca sé cuál va a ser la profundidad del nuevo abismo, ni en qué momento me invadirá la completa oscuridad y, al dar el salto, nunca conozco el lugar donde crece la hortensia. Aún así, el deseo de encontrarla es mucho más fuerte que el vértigo y el miedo que me produce ese infinito desconocido. Y gracias a ese deseo, el de encontrar la belleza escondida en cada abismo… sigo aprendiendo a volar«.
Miré alrededor, dejándome embriagar por el aroma que invadía su casa. Me pregunté cuántos abismos habría transitado. Entonces me di cuenta de que en todas las habitaciones, en cada rincón, había todavía un sinfín de jarrones… aún vacíos.
Precioso… Lo hermoso es tener todavía jarrones vacíos…
¡Qué cuento tan bonito Ana!
Qué los abismos nos hagan desarrollar bonitas alas, grandes y fuertes
¡Siempre me encantó este post desde el primer día que lo leí! Me sugiere lo siguiente: «En cada rincón un jarrón, en cada jarrón una hortensia, en cada hortensia un deseo, en cada deseo una pasión, en cada pasión una ilusión, en cada ilusión una sonrisa, en cada sonrisa un guiño, en cada guiño un juego, en cada juego un niño… el niño que llevo dentro y que se asoma con inocencia al quicio de la celda en la que mi adulto le tiene atrapado y en la que él se resiste a permanecer, para seguir explorando abismos infinitos que llenar de luz, vida, magia y hortensias blancas»
Gracias Alex. Ese niño asomado a punto de saltar y volar a pesar de todo… Preciosas imágenes las que evocas.